¡Paciencia!
Despertó sobresaltado.
Fue como un violento terremoto. Tenía la cabeza revuelta por aquellas terribles
sacudidas, pero no sufrió ningún golpe contra la pared gracias a que sus pies
estaban bien fijados al suelo. Entonces se puso a nevar blanda, lenta, copiosamente.
Fueron solo unos instantes de paz que le devolvieron el aliento. Luego, otra
vez la quietud, la más absoluta calma. Y ahí sigue, esperando desde hace casi
un año que alguien vuelva a agitar la bolita de cristal.
PEDRO ÁNGEL ALMEIDASi te apetece leer más microrrelatos deberás pinchar en la página correspondiente
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